No suelo meterme mucho
en temas de politiqueo por eso de la crispación y la polarización
tóxica existente e in crecendo en medio mundo. O más. Pero
es que el «palabro» este que el primer ministro Sánchez —Sí,
Primer Ministro que es lo que es. Me niego a usar la cursilada esa de
presidente del gobierno que se sacó de sus casi flamantes
partes pudendas el patán ese del Ferrol que estuvo casi 40 años
dando por saco a todo el país desde El Pardo— en reciente
entrevista.
Y es que el caso se las
trae. Trata de vincular a una de las ideologías más dañinas que
han existido y que causaron estragos por prácticamente toda Europa
con aquellos medios de comunicación y particulares que osen
cuestionar sus acciones de gobierno. Pretende equipararlos con
aquellos que los hubieran asesinado en la inmensa mayoría hace tan
sólo unas décadas.
Además, el Primer
Ministro español -ven como no suena tan mal-, señor Sánchez, acusa
de lo que acusa a cualquiera que le lleve la contraria calificándonos
de ser como aquellos cuyas técnicas utilizan él y sus partidarios
continuamente.
Bueno. En realidad lo
usan todos (los políticos), pero en este caso como mínimo, llama la
atención. Como aquello del archiconocido y tu más.
Para empezar, unifica a
todos en un mismo grupo que pretende hacer ver como homogéneo por
muy dispar que sea. Así hace que sea fácilmente identificable para
su mermante hinchada. Les otorga unas ideas y características que
previamente se consideran negativas aunque poco o nada tengan que ver
con las peculiaridades particulares del grupo creado, despojándoles
incluso de su humanidad si hiciera falta.
También se exagera y
desfigura a los que considere como sus enemigos eliminando todos los
matices que sea posible repitiéndolo una y otra vez hasta que cale y
además de rebajar la dignidad de los señalados, igualarlos aunque
se parezcan como un huevo a una castaña, y todo ello termine siendo
aceptada como si fuese verdad. Haciéndose ver él como la víctima
en lugar del victimario. Bueno, esta última palabra quizá sea una
poco fuerte.
Además intenta que no
sea tenido en cuenta lo dicho por sus adversarios ni de nadie que
pretenda argumentar en su contra. Los argumentos ya no valen aunque
coincidan punto por punto con lo que él mismo decía no hace tanto.
Lo que no se escucha es como lo que no se dice, y por tanto no hay
que tenerlo en cuenta. O por lo menos no hay que darle verosimilitud.
Así también se oculta lo que de positivo puedan tener los demás,
reforzando su imagen negativa. Su nohumanidad.
Y
todo esto lo hace tratando de eliminar los puntos en común que
podamos tener la mayoría de los ciudadanos. Que se olviden.
Fomentando así viejos odios que se habían superado cuando yo
todavía estaba en brazos de mis padres. Se ha empeñado en ir más
atrás y traer de vuelta lo peor de nosotros mismos y que tanto
sufrimiento trajo. Hacer creer que lo que la gente de este país
tiene en común es el enfrentamiento, la repulsa de unos contra
otros, las trincheras ideologías, o no ideológicas. En lugar de la
Solidaridad, el Entendimiento, el Diálogo, el Respeto,
Lo
que hace Sánchez no es maquiavélico. Es monstruoso.
En
fin. Antes que me pongan este blog en eso de la fachosfera
lo dejo aquí. Otro día, cuando vuelva a asomarme por aquí vuelvo a
las pequeñas historietas de ficción que es lo que me gusta y
divierte o a reflexiones menos controvertidos. O controversiales,
como dicen al otro lado del «charco».