29 febrero 2024

¿Y si cambiamos el almanaque?

 

No es mala pregunta para un 29 de febrero. Bueno. Es un día como cualquier otro pero que en el almanaque sólo lo vemos cada cuatro años. Cosas del César (Julio) y Gregorio XIII.

Verán. Lo que les quería decir es que curioseando por el almanaque he visto que si los meses se alternasen entre los 31 y los 30 días sin el «salto» de julio y agosto -de nuevo los romanos metidos en nuestra organización anual- nos daría que, manteniendo a febrero como el mes «cojo» del año, nos encontraríamos con que este día, 29 de febrero, lo tendríamos todos los años. Es más, los bisiestos tendría 30.

Bueno sí, sería un poco raro tener que acostumbrarse no sólo a que cambie febrero, además a que agosto tuviera 30 días, septiembre 31, octubre 30, noviembre 31 y que la nochevieja fuera el 30 de diciembre porque el 31 dejase de existir. Pero oiga, como que más racional, o lógico, o lo que sea, lo sería. Hasta febrero sería un mes «normal», aunque sólo fuera cada cuatro años.

Y me dirán ustedes que que quién me creo para proponer que se cambie el almanaque. Una reforma del calendario nada menos por un tío «random» con un blog ídem. Que sí, que no soy yo ninguna lumbrera precisamente. Pero faltadas de respeto aparte, ya me imagino que no debo ser el único en haberse dado cuenta y que casi todos los que estén leyendo estas líneas -suponiendo que haya alguien, que ya es suponer- lo sabrán de toda la vida. Pero en realidad no estoy pidiendo nada. Sólo quería compartir una curiosidad usando «clickbait» cutre a ver si colaba.

¿Coló?

02 febrero 2024

Tarde desapacible. O no

 

Las nubes perecían pelusa colgada del cielo, un puñado de algodón sucio chorreante que no dejaba de descargar ni un minuto desde hacía horas.

Tampoco el ambiente acompañaba. Un frío que por mor de la omnipresente humedad calaba hasta el fondo del alma hasta vestirla a juego con el firmamento que desde hacía días enmarcaba la ya de por sí triste ciudad.

Los escasos viandantes caminaban cabizbajos pobremente refugiados bajo sus paraguas de la inmisericorde lluvia transversal sin despegar la mirada temerosa de las traviesas losetas que parecían esconder pequeñas trampas acuosas donde las perneras y bajos de las escasas faldas que osaban bajar a la calle quedaban marcadas.

Hasta la luz que clareaba desde las ventanas de los hogares y oficinas daba una sensación pálida, como pequeñas velas en la inmensidad de un páramo nuboso. Y tampoco la iluminación pública mejoró la situación cuando al fin se hizo presente. Más bien lo empeoraba. Ese naranja oscuro fosforito del -según dicen los técnicos municipales- vapor e sodio llegaba a ser tétrico al tornar el ambiente de un tono cercano a un rojizo sanguinolento.

Parecía que los únicos que podían estar felices en aquellos días eran los psicólogos y psiquiatras haciendo cuentas de los nuevos clientes que terminarían por recabar en sus consultas.

Aunque estaba Teo. Un chico introvertido, tímido y poco sociable. Él difícilmente estaría entre los que esperaban a recibir los galenos de la cabeza. Él estaba entre los pocos que no caían en las apariencias. Su vida era sencillamente feliz. Se había casado con Leo, la chica extrovertida y dicharachera de la que se había enamorado en el instituto y de la que, a pesar de las notables diferencias habían formado un tándem formidable. Lo que le faltaba a uno lo compensaba el otro.

Su familia había crecido por dos veces, chica y chico, los cuales daban algún quebradero de cabeza y muchas más alegrías a sus inexpertos padres. Y a pesar de no correr buenos tiempos, no les faltaba nada imprescindible.

Esa tarde, Teo había encendido su vieja consola de videojuegos que había traído de casa de sus padres y, a pesar de los años que se había llevado en un viejo ropero, funcionó perfectamente, proporcionando un buen rato a la novel familia. En medio de un ambiente general tan alicaído, su hogar desprendía felicidad y risas hasta la hora de mandar a los pequeños a la cama.

A partir de ese momento, Teo y leo, Leo y Teo, recogieron la cena, limpiaron la cocina, recogieron el comedor -los peques habían ayudado pero quedaba por hacer- y se abrazaron en el sofá, cada cual con su libro. Quien sabe. Quizá esa misma noche aumente su familia.

30 enero 2024

Fachosfera

 No suelo meterme mucho en temas de politiqueo por eso de la crispación y la polarización tóxica existente e in crecendo en medio mundo. O más. Pero es que el «palabro» este que el primer ministro Sánchez —Sí, Primer Ministro que es lo que es. Me niego a usar la cursilada esa de presidente del gobierno que se sacó de sus casi flamantes partes pudendas el patán ese del Ferrol que estuvo casi 40 años dando por saco a todo el país desde El Pardo— en reciente entrevista.

Y es que el caso se las trae. Trata de vincular a una de las ideologías más dañinas que han existido y que causaron estragos por prácticamente toda Europa con aquellos medios de comunicación y particulares que osen cuestionar sus acciones de gobierno. Pretende equipararlos con aquellos que los hubieran asesinado en la inmensa mayoría hace tan sólo unas décadas.

Además, el Primer Ministro español -ven como no suena tan mal-, señor Sánchez, acusa de lo que acusa a cualquiera que le lleve la contraria calificándonos de ser como aquellos cuyas técnicas utilizan él y sus partidarios continuamente.

Bueno. En realidad lo usan todos (los políticos), pero en este caso como mínimo, llama la atención. Como aquello del archiconocido y tu más.

Para empezar, unifica a todos en un mismo grupo que pretende hacer ver como homogéneo por muy dispar que sea. Así hace que sea fácilmente identificable para su mermante hinchada. Les otorga unas ideas y características que previamente se consideran negativas aunque poco o nada tengan que ver con las peculiaridades particulares del grupo creado, despojándoles incluso de su humanidad si hiciera falta.

También se exagera y desfigura a los que considere como sus enemigos eliminando todos los matices que sea posible repitiéndolo una y otra vez hasta que cale y además de rebajar la dignidad de los señalados, igualarlos aunque se parezcan como un huevo a una castaña, y todo ello termine siendo aceptada como si fuese verdad. Haciéndose ver él como la víctima en lugar del victimario. Bueno, esta última palabra quizá sea una poco fuerte.

Además intenta que no sea tenido en cuenta lo dicho por sus adversarios ni de nadie que pretenda argumentar en su contra. Los argumentos ya no valen aunque coincidan punto por punto con lo que él mismo decía no hace tanto. Lo que no se escucha es como lo que no se dice, y por tanto no hay que tenerlo en cuenta. O por lo menos no hay que darle verosimilitud. Así también se oculta lo que de positivo puedan tener los demás, reforzando su imagen negativa. Su nohumanidad.

Y todo esto lo hace tratando de eliminar los puntos en común que podamos tener la mayoría de los ciudadanos. Que se olviden. Fomentando así viejos odios que se habían superado cuando yo todavía estaba en brazos de mis padres. Se ha empeñado en ir más atrás y traer de vuelta lo peor de nosotros mismos y que tanto sufrimiento trajo. Hacer creer que lo que la gente de este país tiene en común es el enfrentamiento, la repulsa de unos contra otros, las trincheras ideologías, o no ideológicas. En lugar de la Solidaridad, el Entendimiento, el Diálogo, el Respeto,

Lo que hace Sánchez no es maquiavélico. Es monstruoso.

En fin. Antes que me pongan este blog en eso de la fachosfera lo dejo aquí. Otro día, cuando vuelva a asomarme por aquí vuelvo a las pequeñas historietas de ficción que es lo que me gusta y divierte o a reflexiones menos controvertidos. O controversiales, como dicen al otro lado del «charco».

¿Y si cambiamos el almanaque?

  No es mala pregunta para un 29 de febrero. Bueno. Es un día como cualquier otro pero que en el almanaque sólo lo vemos cada cuatro años. ...